viernes, 14 de junio de 2013

Una lagrima

Luego de mucho tiempos juntos mi familia se separó, no sé si para bien o mal, pero tiempo después el gran accidente ocurrió y yo solo me encontraba junto a  mi sobrino huyendo de la misma gente que conocí alguna vez. Pero nunca salimos de nuestra provincia natal, teníamos la esperanza de volver a encontrarnos con nuestros seres queridos y vivir una mejor vida, pero no era así. Hace ya un mes mis padres volvieron a casa, dijeron que se quedarían allí hasta el final, no los pude convencer de ir conmigo, entonces los ayude a que su estadía fuera la mejor, pero luego de tanto tiempo era hora de volver.
La zona había sido limpiada fue de la primeros lugares infectados después de los incidente, quien no olvidaría aquel fatídico día donde la gente temía a la muerte más que nunca, no a volver, sino a un horrible, y ser tratado como un trozo de carne como suelen ser en estos días. Siempre debo limpiar la pick-up se llena de la sangre podrida de la gente que chocamos, pero ya ni eso interesaba, solo quería volver a ver a mi padres. Mis sobrinos Ariel y Ezequiel me acompañaban todo este tiempo, su padres ya no estaban y que creían que conmigo estarían mejor, pero ya eran grandes para entender esta vida por si solos. Volvimos a aquella ciudad donde habíamos vivido des nuestra infancia, autos volcados, explotados, gritos a la distancia, el mismo tren volcado tapando aquel gran túnel, olor a muerte donde quieras ya que algunos de ellos aun caminaban por estas calles. Los alimentos eran escasos, por eso siempre que pasábamos por algún lugar tomábamos lo que podían, yo una vez recibí una bala en la zona de mi hígado por conseguir alimento para mi familia, yo termine herido, pero aquel hombre no volvió a su hogar le pedí perdón a su mujer pero solo hice que me odie más, y mientras agarraba mi herida con fuerza salí de allí con una bolsa de mercadería.

Las farmacias fueron las segundas en ser saqueadas, la gente necesitaba los remedios como si tuvieran enfermedades terminales, pero aquella enfermedad de ahora no tenía cura, el ejército aun luchaba contra ella. Baje por aquella estación de tren que tantos recuerdo me traía a mí y mis acompañantes porque teníamos que aparte un coche volcado para poder pasar, y no había otro lugar los demás estaban sellados y llenos de aquellos seres que algunas vez estuvieron vivos.

Más adelante en nuestro camino solo mirábamos lo que aquella locura había causado, era un sin fin de destrucción y muerte, y el olor no ayudaba era asqueroso. Nos encontramos con cuadras de aquella gente caminando sin rumbo y yo solo les di a conocer mi parachoques, tenía que llegar rápido a mi casa ya que muchos disparos se escuchaban cerca y no quería encontrarme con alguna tragedia, no otra vez.

Al pasar por el hospital fue la escena más triste la parte trasera estaba llena de cuerpos envueltos y rodeado de camionetas militares, médico y enfermeros muertos, y alguna que otra persona que intento huir, pero algo raro había por adentro había sido sellado. ¿Sera que alguien se había podido salvar? nunca lo sabré, solo quise huir lo más rápido que pudiese de ahí. Mientras más cerca está de mi hogar solo encontraba más cadáveres en el suelo, y alguna que otra persona mirando desde el techo con rifle y la mayoría apuntaba a la camioneta; era de esperarse la gente estaba necesitada.

En la plaza de mi barrio se escuchó un grito de una chica, frenamos en la esquina y la vimos huir, apunte mi rifle de francotirador para salvarla, sin embargo ya no podía su brazo había sido mordido solo podía esperar una dolorosa muerte. Mis sobrinos me miraron con cierta culpa, ya habían pasado por situaciones así, y su traumas solo empeorarían esto.
Llegamos a mi hogar y algo andaba mal había manchas de sangre en la pared, las ventana estaba cerradas con madera y todo estaba rasgado, no me sentía bien con eso. Tuve que saltar de la casa de al lado para poder entrar, estaba totalmente sellado todo, y para mi suerte lo peor había muerta en mi patio tanto ellos como gente normal eso me asusto más. Comencé forzando la puerta de la cocina, mis sobrinos esperaron cerca de la camioneta ya que no había de esos muertos por aquí, yo me ingrese a la cocina y parecía normal hasta que vi las puertas y ventanas manchas en sangre putrefacta como si algo hubiese querido entrar por la fuerza. Deje mi rifle aun lado su peso estaba cansando y mire por aquella pequeña venta que daba a mi patio, de golpe la puerta se abre con mucha brusquedad un hombre de pelo blanco me apunta con un revolver.
-¿Quién eres y que haces aquí?-
-Esta es mi antigua casa, solo estaba de paso buscando mi padres-

-Aquí no hay nadie, no me mientas- Y mientras estaba a punto de dispararme.
Con un rápido movimiento tiro su arma al suelo y pongo un cuchillo sobre su cuello que tenía guardado.

-Cálmate solo he venido por mi padres, ¿para empezar que haces tú aquí?-

Lo solté, ya se había tranquilizado, y una mujer sale con un niño de unos 9 años seguramente.

- Llegue aquí hace una semana, vine por la ruta y este hogar parecía seguro-

- Así que estaba vacía ya cuando llegaste- Miraba alrededor del comedor.

- Si, parecía como si hubiesen tenido que salir corriendo-

- Entiendo disculpa el mal momento, aquí tiene tu revolver-

- No te preocupes encontramos unos papeles por allí, una notaba hablaba sobre un hijo....-

-¡Que!- Ante este grito mis sobrinos entraron, y se encontraron con esta familia.

Tome el papel, la nota estaba mancha en sangre y solo decía hijo, faltaba el resto de la hoja, pero en aquellos mapas que solía mostrarme mi padre había una ruta marcada hacia el norte, ahora tenía un nuevo camino que tomar. Recogí mi rifle, salude a aquella familia que vivía en aquel hogar que fue mi casa, y pedí que cuiden de él, mis sobrino Ezequiel decidió quedarse, pero Ariel me acompaño.

Cuantos nos acercamos hacia el cruce cercano del norte, se oyeron mucho disparos como si el ejército combatiera, aun no estábamos tan solo como creíamos, mi sobrino de miro con luz de esperanza, yo con la cabeza al frente estaba decidido en buscar a mis padres en aquel apocalipsis.

Allá voy, y una lagrima de alegría callo de aquel frio rostro de ese desperanzado joven.